October 13, 2018 | Posted in POLITICA | By
El régimen logró armar un sistema electoral blindado para sus intereses. O gana de verdad o gana por ausencia de rivales. O gana trampeado y con ventajismo
ELIDES J. ROJAS L.
Los últimos días están llenos de señales. Por momentos parece que el teatro de revolución chavista está consolidado y en vías de alcanzar fácilmente la meta de perpetuarse en la silla y seguir hasta que no quede un hueso sano en Venezuela. No obstante, así como existen indicios de fortaleza, también se muestras señales contrarias que apuntan a un agotamiento y a una pérdida de toda credibilidad que hacen conveniente un cambio de gobierno. Para bien de todos. De unos y otros.
Señales de consolidación. Tienen el dominio absoluto de todas las instituciones y poderes. Los militares, en su gran mayoría, están al frente de ministerios, gobernaciones, empresas, alcabalas. Es decir, en la pomada. El régimen controla los dólares y las divisas en general. No son muchas, pero sí suficientes para mantenerse. Dos potencias apoyan al chavismo por diferentes razones, pero son igualmente válidas: China y Rusia. No hay oposición de contrapeso. El chavismo logró desactivarla tumbándole la credibilidad a punta de derrotas, aprovechando los errores y con la represión cubana que se traduce en inhabilitaciones, presos, exiliados y desprestigiados. El régimen logró armar un sistema electoral blindado para sus intereses. O gana de verdad o gana por ausencia de rivales. O gana trampeado y con ventajismo. Eso ha llevado a la gran mayoría descontenta a no votar bajo el criterio de que se perderá el voto. Lo cierto es que esa protesta pasiva es aprovechada por el chavismo para seguir anotando puntos en la columna de elecciones ganadas.
Hay más. Tienen la máquina de hacer billetes muy activa. Los hacen de papel y electrónicos casi que al mismo tiempo sin importar las consecuencias. Maduro, a pesar de sus carencias, aparece cada día más trajinado y con recursos de maña suficientes para el toreo. Y así lo hace. Las cadenas siguen diarias y, según lo que se observa, no hay sobresaltos. El plan de rescate económico es una farsa, pero a punta de discursos van generando esperanzas a corto y largo plazo. De hecho, una reciente encuesta coloca a Maduro en plan de recuperación y mejorando la percepción de su gestión. A la gente, no se sabe exactamente la razón, se le va el día haciendo colas sin molestia alguna. Al menos que se note. Total que si querían ver a un Maduro invencible, lo tienen ahí, al frente.
Está que se cae. En contrario, sobran señales de desbarajuste. La presión internacional es grande, de muchos países y con fuerza. La imagen de dictadura está consolidada en el mundo. Hay hambre pareja. Las empresas están quebrando. Los abusos de la autoridad ya ni siquiera con disimulados. La inflación se come todos los reales sin distinción de chavismo o antichavismo. El país está en situación de inviabilidad. El régimen acabó con las mejores empresas y saca real no se sabe de dónde. Aunque afuera sí parecen saber con mucha exactitud. No hay credibilidad en las figuras públicas del chavismo. En Venezuela no se produce lo suficiente para que los súbditos al menos coman. Se hace cada vez más notoria la intención de encerrar a los venezolanos al estilo Cuba, pero eso no impide la brincadera de talanquera de los esbirros más peligrosos del chavismo. Por eso crean policías de fronteras. Que los opositores se vayan, bien. Pero el chavismo no puede. Tiene la plata, pero no les irá bien afuera. Salvo que hablen. En todo caso, se ven flojitos.
Pero, como también ocurre, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Más o menos.
erojas@eluniversal.com
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